El Señor de los Caballos, divinidad ibérica protectora de los animales. Bajorrelieve en piedra del siglo VI a. C., hallado a orillas del río Guadalquivir en la aldea de Mogón. Es la representación de esta clase más antigua de las que se tienen noticias. Señal inequívoca de la existencia en ese lugar de Villacarrillo de un asentamiento humano de época ancestral.
Por ser la pieza arqueológica más destacada y antigua de nuestra historia, nos ha parecido muy apropiado incluirla como emblema del logotipo de la Asociación de Amigos de la Historia de Villacarrillo.
Fue descubierto, en los primeros días de agosto de 1942, por el Vocal del Patronato del Museo Provincial de Jaén, D. Lisardo Mena; se hallaba en la casa habitada por un campesino, que fue quién la encontró junto al Guadalquivir y la trasladó a su domicilio. Está tallada toscamente y a cada lado de la efigie figuran sendos caballos en actitud de doma. El bajorrelieve fue trasladado inmediatamente a la Jefatura Local del Partido en Villacarrillo, desde donde fue enviada a Jaén para su instalación en el Museo Provincial.

Fernando Mora Régil

       (*)El relieve se conserva en el Museo Arqueológico de Jaén, inventariado con el número 1766. Se trata de un bloque de piedra caliza de tendencia paralelepipédica, aunque un tanto irregular. Su cara principal, de tendencia trapezoidal, mide 68,50 centímetros de altura en el centro, 70 en su lado derecho y 60 en el izquierdo. La anchura es de unos 65 centímetros en su lado superior, mientras que en el inferior alcanza los 73. La escena se encierra dentro del característico marco, muy irregular, de unos 5 centímetros de ancho en sus laterales y zona superior, mientras que en la parte inferior es mucho más ancho, midiendo en el lado derecho hasta 13,50 centímetros. El "domador" se representa, como caso único en la serie, vestido con faldellín corto, con pliegue de holgura entre las piernas, y de forma apuntada hacia abajo en el centro. Lleva ancho cinturón, en el que no se aprecia hebilla alguna, y no presenta detalle alguno en el torso. Tampoco se distingue rasgo alguno del rostro. Levanta los brazos en ángulo ligeramente obtuso para tocar las bocas de ambos caballos con sus manos. Éstos, representados muy toscamente, no llevan atalaje alguno, a pesar de la opinión contraria de Fernández de Avilés (1 942a, 209-21 1), y se apoyan sobre sus patas traseras. El que está ubicado a la izquierda del espectador parece realizar con sus patas traseras un movimiento un tanto extraño y forzado. Las patas delanteras rozan el faldellín del "domador". El grosor del bloque varía según el punto en el que se mida. El máximo es de unos 18 centímetros. Las caras laterales, superiores y posteriores están ligeramente trabajadas. La cara inferior es mucho más basta, apreciándose en ella unas concreciones blanquecinas. Por otra parte, Fern6ndez de Avilés compara la figura del "domador", su atavío y la forma de los caballos con algunos bronces del santuario del collado de Los Jardines (Fernández de Avilés, 1942a, 21 0-21 1, fig. 8; García y Bellido, 1949, 400, Iám. 283; Nicolini, 1973, 49, fig. 25; Blázquez, 1954, 194-195; 1975a, 80,81 b; 1977,291 ; Chapa, 1980,472-474, J.38, Iám. 77, 2, fig. 4, 88; 1985, 84; Chicharro, 1990, 92-93, nº 19).

     El bloque se halló a orillas del río Guadalquivir, en la carretera que va de Villacarrillo a Santo Tomé y fue colocado en la fachada de su casa por el campesino que lo descubrió (Fernández de AviIés, 1 942a, 209, núm. 2).
Los Castellones de Mogón, lugar ubicado en la orilla derecha del Guadalquivir, han documentado la existencia de un poblado aparecido en el siglo VI a.C., fundación que se ha relacionado con el abandono de otro poblado atestiguado en el cerro del vado de Cabrahigos, situado 1,50 kilómetros al sureste del de los Castellones de Mogón y fundado en el siglo VII a.C. Durante el siglo V y la primera mitad del IV a.C., el poblado de Los Castellones experimentó un crecimiento apreciable, quizá a costa del Molar, que desapareció en aquella época, y continuó siendo el más importante de la zona. Durante el siglo III a.C., el poblado de Los Castellones se mantuvo como centro dominante; su pervivencia posterior se atestigua, al menos, hasta el siglo I a.C. (López Rozas, Zafra, Crespo, 1991).

(*)Los relieves del “domador de Caballos” y su significación en el contexto religioso ibérico (Cuad. Preh. Arq. Cast. 18, 1987) de Mª Cruz Marín Ceballos y Aurelio Padilla Monge, Dpto. de Hª Antigua de la Universidad de Sevilla).